Por JUAN T H

Las “ratas” del Partido de la Liberación Dominicana que traicionaron el partido “desde adentro” cuando veían que el “barco se estaba hundiendo”, no son las “garrapatas del Buey que más hala” (PRD), que, en el año 1970, tras su regreso del exilio, Juan Bosch dijo que había que expulsar, iniciando una campaña en su contra desde Tribuna Democrática, que muchas veces terminaba en tragedia, tema que algún día debo tratar exclusivamente.

¿Quiénes son las ratas en el PLD? ¿Cómo se llaman? Estoy seguro de que están en el Comité Político y en el Comité Central. Pero ¿quiénes se sienten aludidos? No pertenecen a las bases, estoy seguro, forman parte de los organismos de dirección. Aquellos que dejaron al candidato Abel Martínez solo, que se alejaron de la campaña, que renunciaron sin decirlo, que nunca se integraron en los mítines ni en las caravanas, que no aportaron dinero, los que abandonaron el barco y dejaron que se hundiera. (El dirigente o dirigente que esté libre de culpas que tire la primera piedra, o, que levante la mano)

El expresidente Danilo Medina ha demostrado su incapacidad para dirigir al PLD. Aquello de que era “un gran estratega político” se derrumbó en el momento mismo en que su ambición y su incapacidad política permitieron la división del partido y su posterior salida del gobierno.

Nunca fue cierta la pretendida capacidad del expresidente Medina, que llegó al poder, igual que su excompañero y socio, Leonel Fernández, por un azar del destino, que, como dijera Marx, tiene una categoría histórica.

Los dos alcanzaron la presidencia de la república por distintas coyuntura. A Leonel lo hizo presidente Joaquín Balaguer, para impedir que Peña Gómez se convirtiera en presidente, de lo cual se arrepintió amargamente, sin poder remediarlo, porque, como dice el refrán, después del “palo dado, ni dios lo quita”; a Danilo Medina, en cambio, lo hizo presidente, a regañadientes, el propio Leonel Fernández, después de haber gastado una fortuna incalculable, para evitar el triunfo de Hipólito Mejía.

Ambos, Leonel y Danilo, son pájaros del mismo nido. Ambos culpan a los demás de su derrota, no de los errores cometidos durante la campaña electoral. No se miran el ombligo, no se ven a sí mismos por dentro. Como he dicho otras veces, las victorias tienen muchos héroes, las derrotas, en cambio, son huérfanas.

Danilo culpa de la derrota a las ratas que huían mientras el barco se hundía, como en Titanic. No dice que el principal culpable de la derrota aplastante que sufrió su partido es él, como Capitán de la nave. Culpar a los otros, cuando los yerros son suyos, principalmente, no de las “ratas” internas. 

(El PLD, para Danilo Medina y para otros dirigentes del Comité Político y del Comité Central, el partido es su “arma de reglamento”, es lo que ha impedido ser llevados ante la justicia)

El otro, Leonel Fernández, culpa de su derrota al gobierno. Dice que Luís Abinader no ganó las elecciones, que las compró. No aporta, sin embargo, ningún elemento probatorio. Quien lo dice es el mismo personaje que admitió tener más de 40 mil millones de pesos del presupuesto público para comprar las elecciones del 2012; el mismo que dijo disponer del petróleo de Venezuela, de su amigo Hugo Chávez, para asfaltar todas las calles del país, junto con millones de raciones de alimentos para distribuirlas entre los pobres. Los millones de ciudadanos que dijo tener “en el bolsillo” para votar por su candidatura, desaparecieron o nunca existieron.

Danilo no se atribuye la derrota del PLD, culpa a las “ratas” internas. Sería interesante saber a quienes se refiere, citarlos por sus nombres, como hacía Bosch en el 70 contra “las garrapatas” del PRD, que denunciaba al mediodía y Balaguer los mataba en las tardes. No conforme, Danilo llama a la sublevación contra el gobierno diciendo que la oposición “light” terminó. (lo que yo lamento es que la justicia “light” se mantenga, que no haya consecuencias para los políticos corruptos que desfalcaron este país durante 20 años. ¡Eso si lo lamento!)

No hay, en ninguno de los dos exmandatarios, una autocrítica, aun sea mínima. Son los infalibles. La culpa es siempre de los otros, de las “ratas” o de los que se “vendieron”. ¡Qué irresponsables son! ¡Demonios!

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