Santo Domingo.- Una sombra se cierne sobre los habitantes de Santo Domingo Este: el puente Francisco del Rosario Sánchez, conocido como el puente de La 17, una estructura vital que ahora se yergue como un monumento a la negligencia y el olvido de poco más de 800 metros y cuatro carriles.

El peligro que acecha: Un eco ensordecedor

El estruendo de las planchas deformadas golpeadas por neumáticos desesperados es el siniestro eco del deterioro progresivo que va destruyendo a este ícono de la infraestructura dominicana. El óxido, como un cáncer implacable, lacera las entrañas de sus soportes de acero, mientras los agujeros, como bocas hambrientas, devoran la confianza de aquellos que se aventuran a cruzarlo. Cada día, más de 60 mil vehículos desafían su destino al atravesar este puente, una travesía marcada por la incertidumbre y el miedo.

Leer más: Encuentran un cuerpo descuartizado bajo un puente en París

Un monumento a la negligencia: El olvido que hiere

Construido en 1974 sobre el cauce del río Ozama, este coloso de hierro y concreto ha soportado décadas de abusos y olvido, convirtiéndose en una cicatriz abierta en el paisaje urbano. A pesar de su importancia vital, las autoridades han hecho caso omiso de su deterioro, permitiendo que se convierta en un monumento a la indiferencia gubernamental que ahoga las esperanzas de una comunidad atrapada en la telaraña del desamparo. Sobrecargado y maltratado, el puente de La 17 se tambalea al borde del abismo, desafiando la suerte y la lógica misma que clama por atención.

Voces en el abismo: El lamento de la comunidad

Desde las sombras de sus pilares, las voces de los residentes claman por ayuda en un coro de desesperación. Genaro Martínez, de 60 años y testigo de décadas de descuido, denuncia la caída de tornillos y la falta de mantenimiento que acecha al puente.

Marlín Bello, de 53, cuya casa y paz interior están amenazadas por los escombros que llueven desde las grietas del puente, clama por una solución urgente que detenga el flujo de pesadillas que emanan de la estructura moribunda, vive en un sobresalto constante por la condición de salud que padece su esposo que le impide movilizarse correctamente.

También Héctor Luis Paniagua, de 44 años, vive temeroso de que cada día pueda ser el último bajo la sombra de este titán oxidado “nos sentimos mal y con bastante temor, porque a cada rato cae un hierro del puente”.

Paniagua exige acción antes de que sea demasiado tarde, en un acto de valentía que resuena en el vacío de la negligencia.

Un llamado a la acción

El presidente de la Comisión para la Supervisión de las Infraestructuras Nacionales ante el Cambio Climático, Osiris de León, advierte que el salitre corroe los cimientos del puente, amenazando no solo a quienes viven cerca del mar, sino a toda la comunidad.

Urge una respuesta contundente por parte del Ministerio de Obras Públicas, quien tiene en sus manos la posibilidad de evitar una tragedia anunciada. La sustitución total del puente emerge como la única opción viable, un acto de responsabilidad ante la inminente catástrofe.

“Es un puente que amerita ser puesto en la agenda de prioridades, para que entonces, en este caso, el Ministerio de Obras Públicas pueda incluir en su presupuesto una intervención importante para ese puente. No manejo presupuestos, pero quizás se considere como la opción ideal la sustitución total de ese puente”, manifestó.

El geólogo explicó que el puente está en una ciudad costera y que el aire que viene desde el mar hasta tierra adentro con micropartículas de vapor de agua marina se estrella con todas las estructuras en su camino, lo que provoca su adherencia y comienza un proceso de corrosión.

Añadió que esta problemática no se debe a la falta de mantenimiento, sino a una acción constante de componentes combinados que actúan sobre un elemento metálico, lo que termina deteriorándose debido al salitre.

La promesa de un mañana

Romel Pérez, encargado de Mantenimiento de Puentes del Ministerio de Obras Públicas y Comunicaciones (MOPC), afirmó que desde que el puente fue construido hace aproximadamente 50 años, nunca se le ha dado un mantenimiento profundo, siendo esta una de las muestras del deterioro progresivo que se puede percibir en su estructura.

Indica que hasta ahora, se ha repuesto parte de los metales del pasamanos o barandilla, que hace unos años fueron sustraídos, así como la pintura: “Habrá elementos que se sustituirán completamente, mientras que otros, durante la evaluación profunda, veremos si es necesario reemplazarlos”, explicó.

Según Pérez, hay planes de intervenir primero la parte de la planchuela móvil que causa los ruidos para rehabilitar el espacio de más de un metro con material de concreto, pero los planes de rehabilitación son a mayor plazo.

El funcionario del MOPC promete acciones concretas para frenar la marcha hacia el abismo. Sin embargo, el tiempo apremia y las palabras vacías no bastan para detener la amenaza que se cierne sobre Santo Domingo Este. Con cada día que pasa, el puente de La 17 se convierte en un símbolo de la desidia gubernamental y la vulnerabilidad de una comunidad abandonada a su suerte.

Futuro incierto

El puente de La 17 no es solo una estructura de acero y concreto; es el vínculo vital que une a comunidades, el símbolo de una ciudad que desafía al destino. Su deterioro progresivo es un grito de auxilio que no puede ser ignorado.

En sus grietas se refleja la tragedia anunciada de una comunidad abandonada a su suerte, pero también la esperanza de un mañana donde la seguridad y el bienestar sean prioridad. La pregunta ahora es si las autoridades responderán antes de que sea demasiado tarde y el puente de La 17 se convierta en un monumento a la tragedia evitable.

VisionNoticiasDigital.com
¡Conecta con nosotros!

Difúndalo en: