Villa Herminia Ramírez, una mujer de 87 años, ha demostrado que la edad no es un impedimento para cumplir los sueños. A lo largo de su vida, trabajó empíricamente como enfermera, lo que la motivó a estudiar la carrera de Enfermería. El pasado jueves, en una emotiva ceremonia, se graduó de la Universidad Adventista Dominicana (UNAD), tras más de 10 años de formación.

«Estoy muy contenta y satisfecha. Yo deseaba esto, deseaba terminar. Aunque tengo una edad avanzada, no era impedimento para que yo progresara. Cuando tú deseas algo y llegas al final, te sientes satisfecha», expresó Villa Herminia.

El proceso no fue sencillo. Villa Herminia relata que tuvo que superar numerosos desafíos, incluyendo la muerte de su esposo, la pandemia del COVID-19, los retos de la virtualidad y el traslado de una provincia a otra para poder estudiar.

Herminia tiene nueve hijos, 28 nietos y 27 bisnietos. Considera que su mayor satisfacción, tras haberse profesionalizado, es poder ayudar a su familia cuando lo necesiten. «El tiempo no espera; el tiempo pasa tú estudies o no, te prepares o no. Hay que aprovecharlo porque no vuelve; cuando se va no vuelve. Exhorto a los jóvenes a que aprovechen su juventud y se preparen», aconsejó.

Nació el 17 de septiembre de 1936 en El Seibo, donde tuvo una infancia «tranquila y bonita». Vivió sus primeros años junto a su madre y sus abuelos maternos. Su padre se marchó del municipio cuando ella era una bebé por «problemas familiares», y ella pudo conocerlo años después.

A los 11 años, se mudó con su tía a San Pedro de Macorís, donde reside hasta la fecha. A los 17 años, salió embarazada por primera vez, lo que la obligó a abandonar sus estudios en octavo grado (actualmente segundo de secundaria). A los 19 años, se casó y su familia siguió creciendo. Con su esposo, Elíseo, tuvo ocho hijos: cuatro hembras -una de las cuales murió al nacer- y cuatro varones.

Villa Herminia, a sus 87 años, muestra con orgullo la carpeta que contiene su diploma universitario.  Fue modista, repostera y auxiliar de enfermería, todo para sacar adelante a su familia junto con su pareja. Su último empleo fue en el Hospital Geriátrico Doctor Karl George, que operaba en la extensión de San Pedro de Macorís de la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD), donde trabajó durante 10 años hasta jubilarse. Esto le permitió retomar sus estudios cuando sus hijos crecieron.

«Ser enfermero no es un empleo, es una responsabilidad», afirmó. Con 69 años, Villa Herminia retomó la escuela en 2006 y en 2011 se graduó de bachiller (ahora secundaria). Dos años después, inició la carrera de Enfermería. Los seis primeros cuatrimestres los cursó en la extensión de la UNAD en San Pedro de Macorís, y posteriormente se trasladó a Santo Domingo para continuar con su formación.

Relata que, aunque sus hijos temían que ella se enfrentara a esos viajes sola, la apoyaron en todo momento, lo que le dio fuerzas para seguir adelante.

Tuvo que interrumpir sus estudios universitarios en dos ocasiones: primero en 2015, debido a la enfermedad de su esposo, aunque los retomó tres años después; luego, cuando su esposo falleció en 2018.

El dolor de perder a su compañero de vida y soporte no le permitió continuar, pero meses después se reintegró.

En 2019, ingresó nuevamente y concluyó el año pasado a los 86 años. Apoyo de sus compañeros y maestros Villa Herminia comenta que siempre contó con un ambiente muy cómodo con sus compañeros de clase y docentes, quienes la respetaron y trataron con cariño.

Menciona que en una ocasión tuvo que retirar una asignatura porque la docente era muy exigente y poco comprensiva. Sin embargo, pudo cursar nuevamente la asignatura y aprobarla con buenas calificaciones.

Villa Herminia Ramírez, a sus 87 años, es un ejemplo de perseverancia y dedicación, demostrando que nunca es tarde para alcanzar los sueños.

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