Considerada como una enfermedad de la edad infantil, la alergia a la proteína de la leche también es, en ocasiones, un problema de adultos. Aunque aún no hay datos sobre su frecuencia sí se sabe cómo tratarla

La leche es uno de los primeros alimentos que se ofrece a los niños y por ello la alergia a la proteína de la leche es la primera que aparece, afectando a un 2% de la población, según la Asociación Española de Personas con Alergia a Alimentos y Látex. “Se debe a la presencia de anticuerpos IgE frente a la leche en el suero de los pacientes. Sus síntomas aparecen en las 2 horas tras la ingesta del alimento, habitualmente en la primera hora”, explica María Carmen Diéguez, presidenta del Comité de Alergia a Alimentos de la Sociedad Española de Alergología e Inmunología Clínica.

Aunque hasta hace no tanto se consideraba que la alergia a la proteína de la leche como una enfermedad infantil que desaparecía en el 85% de los casos durante los tres primeros años de vida, lo cierto es que el número de adultos en los que la alergia persiste ha ido en aumento. “Se cree que han aumentado los casos de perfil más grave así como los casos más persistentes”, añade Diéguez.

El síndrome de enterocolitis inducida por proteínas de la dieta es otro tipo de alergia que hasta no hace tanto era exclusiva de la infancia. Dieguez explica que “desde que en 2012 se publicara el primer caso en un adulto las series de casos de esta enfermedad se han multiplicado. Por lo que no está muy claro si es más prevalente en población infantil o, simplemente, en adultos está infradiagnosticada. Lo que sí es más frecuente en niños es que el agente etiológico causal sean las proteínas de leche de vaca”.

No obstante, no hay datos ni estimaciones sobre el número de adultos afectados por la alergia a la leche ni por el síndrome de enterocolitis inducida por proteínas de la leche.

Síntomas de la alergia a la proteína de la leche
Tras ingerir el lácteo una persona con alergia a la proteína de la leche puede tardar de 1 a 2 horas en desarrollar síntomas y habitualmente en el siguiente orden:

Cutáneos: picor, eritema, habones, edema.
Digestivos: dolor abdominal, náuseas, vómitos, diarrea.
Respiratorios: rinitis, tos, disnea, sibilancias.
En los casos más graves puede aparecer hipotensión y pérdida de conocimiento para finalizar con el síntoma de mayor gravedad: el shock anafiláctico.

¿Alergia a la proteína de la leche o intolerancia a la lactosa?
No es parecido pero los conceptos de alergia e intolerancia muchas veces se utilizan como sinónimos cuando no tienen nada que ver. En el caso de la intolerancia a la lactosa, la persona que la sufre no es capaz de digerir la lactosa por un déficit de la enzima lactasa.

“La intolerancia a la lactosa tiene síntomas exclusivamente digestivos como hinchazón o distensión abdominal, diarrea, meteorismo… después de consumir alimentos o bebidas que contienen lactosa”, explica Diéguez. Además, no se trata de una alergia alimentaria y, por tanto, no implica un riesgo vital para el paciente.

Sí lo supone la alergia a las proteínas de la leche, que provoca una reacción exagerada del sistema inmunitario cuando se ingiere el alimento, según datos de la Fundación Española del Aparato Digestivo (FEAD),

Tratamiento
Diéguez explica a CuídatePlus que es el alergólogo quien debe realizar el diagnóstico y guiar en las necesidades de la dieta a la persona para evitar la leche y elaborar un plan de actuación en caso de reacción accidental. En algunos pacientes puede indicarse el desarrollo de la inmunoterapia oral con leche, con estricto control médico. “Este tratamiento consiste en administrar dosis de leche que van aumentando de forma progresiva generando de esta manera poco a poco la tolerancia al alimento”, añade la especialista.

Además, se sigue explorando la asociación de la inmunoterapia con leche con la administración de tratamientos biológicos, de los que cada vez se dispone de mayor variedad y que abren la puerta al uso de la inmunoterapia para pacientes de perfil más grave y mayor riesgo vital.

Evitar exposición a la leche
Además del tratamiento es imprescindible evitar el consumo de la proteína de la leche que puede desencadenar la aparición de la reacción alérgica. Aunque puede parecer sencillo lo cierto es que un alérgico debe prestar mucha atención al etiquetado de los productos que va a consumir, así como a la composición de los menús si va a comer en la calle. Esto es muy importante con cualquier alergeno pero hay que tener en cuenta que la leche está muy presente en nuestra dieta y forma parte de la composición de muchos alimentos, desde la repostería a carnes y embutidos…

Diéguez recuerda que la leche es un alérgeno de declaración obligatoria y como tal debe incluirse con esa denominación y sin utilizar otros nombres y en una tipografía que destaque sobre el resto de ingredientes para identificarlo sin problemas.

El Hospital Universitari General de Catalunya ofrece a los pacientes algunos consejos para evitar la ingesta de la proteína de la leche de forma accidental. Para ello aconsejan:

Comprobar si un producto envasado contiene no sólo leche, sino también caseína, caseína cálcico (E-4511) y Caseinato sódico (E-4512).
Ante la duda de si un alimento contiene proteína de la leche no consumirlo.
No consumir leche de vaca, leche en polvo, descremada, condensada o evaporada.
No consumir derivados lácteos como yogures, natillas, quesitos, helados…
Evitar que los alimentos con leche estén al alcance de los niños.

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